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“Coronasomnia”: el insomnio generalizado por coronavirus y la automedicación preocupan a expertos en sueño

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Entre las innumerables pérdidas sufridas por millones de personas en todo el mundo durante la pandemia de COVID-19, la pérdida de sueño puede ser la más generalizada, con consecuencias negativas potencialmente prolongadas para la salud física, mental y emocional, según observaron investigadores del sueño.[1]

Los resultados de múltiples estudios y encuestas que se han llevado a cabo durante la pandemia muestran que una mayoría de individuos refiere cambios clínicamente significativos en la calidad, los patrones y las alteraciones del sueño.

Por ejemplo, una encuesta internacional representativa realizada desde finales de marzo hasta finales de abril de 2020 reveló que entre más de 3.000 informantes de 49 países, 58 de cada 100 refirieron insatisfacción con su sueño y 40% informó disminución de la calidad del sueño durante la pandemia, en comparación con el sueño previo a la COVID-19, de acuerdo con Uri Mandelkorn, de la Clínica de Sueño Natural en Jerusalén, Israel, y sus colaboradores.

“En particular, esta investigación plantea la necesidad de evaluar el empeoramiento de los patrones de sueño y utilizar ayuda para dormir en las poblaciones más susceptibles identificadas en este estudio, es decir, mujeres y personas con modos de vida inseguros o que están sujetas a cuarentena estricta. El personal sanitario debe prestar especial atención a los problemas físicos y psicológicos que este repunte en las alteraciones del sueño puede ocasionar”, escribieron. El estudio fue publicado en Journal of Clinical Sleep Medicine.

Dormir, más o menos

Un coautor de este estudio, el Dr. David Gozal, neumólogo pediatra y especialista en medicina del sueño en la University of Missouri en Columbia, Estados Unidos, dijo que la pandemia ha tenido efectos paradójicos en los patrones de sueño de muchas personas.

“Al principio, en las fases iniciales del confinamiento por COVID-19, la mayoría de las personas cuyos trabajos no se vieron afectados y que no los perdieron, quienes no tenían la ansiedad por quedarse sin trabajo y con problemas económicos, pero que ahora se están quedando en casa, hubo en realidad un beneficio. Las personas comenzaron a informar que dormían más, y lo que es más importante, sueños más vívidos y cosas de esa naturaleza”, comentó.

“Pero a medida que avanzó el confinamiento vimos progresivamente que cada vez más personas tenían dificultades para dormir y mantenerse dormidos, utilizando más fármacos, como hipnóticos para inducir el sueño, y vimos un incremento de 20% en el consumo general de pastillas para dormir”, dijo.

Se observaron resultados similares en una encuesta representativa de 843 adultos de Reino Unido, que demostró que casi 70% de los participantes refirió un cambio en los patrones de sueño; solo 45% informó tener un sueño reparador y 46% reportó dormir más durante el confinamiento que antes de este.[2] Dos tercios de los informantes notificaron que la pandemia afectó su salud mental, y una cuarta parte informó aumento del consumo de alcohol durante el confinamiento. Aquellos con COVID-19 sospechada refirieron tener más pesadillas y ritmos de sueño anormales.

Es posible que los efectos de la COVID-19 sobre el sueño puedan prolongarse mucho después de que se haya resuelto la infección en sí, señalan los resultados de un estudio de cohortes en China. Como se informó en The Lancet, de 1.655 pacientes dados de alta del hospital Jin Yin-tan, en Wuhan, China, 26% refirió alteraciones del sueño seis meses después de la COVID-19 aguda.[3]

Automedicación

De los 5.525 canadienses encuestados del 3 de abril al 24 de junio de 2020, gran proporción refirió el uso de auxiliares farmacológicos para dormir, señaló Tetyana Kendzerska, Ph. D., profesora asistente de medicina en la sección de respirología en la University of Ottawa, en Ottawa, Canadá.[4]

“En el periodo en que se llevó a cabo la encuesta, 27% de los participantes refirió tomar auxiliares para el sueño (prescritos o de venta libre); de toda la muestra, 8% de participantes reportó aumento de la frecuencia de uso de fármacos para dormir durante la pandemia, en comparación con el periodo previo a la misma”, declaró.

Muchas personas recurren a la automedicación con preparados de venta libre como melatonina y formulaciones para el alivio del dolor nocturno que contienen difenhidramina, un antihistamínico de primera generación con propiedades sedantes, señaló el Dr. Kannan Ramar, especialista en cuidados intensivos, enfermedades pulmonares y medicina del sueño en la Mayo Clinic, en Rochester, Estados Unidos, y actual presidente de la American Academy of Sleep Medicine.

“Cuando las personas se automedican por lo que consideran dificultad para dormir, existe la inquietud de que aun cuando se haya establecido un diagnóstico de insomnio podría haber otro trastorno del sueño persistente que pueda no haberse diagnosticado, y que pudiera estar causando el problema de insomnio”, destacó.

“Por ejemplo, la apnea obstructiva del sueño podría hacer que las personas despertaran por la noche e incluso contribuir a dificultades para quedarse dormido en primera instancia. Así que medicarse para tratar algo sin un diagnóstico conocido puede dejar un trastorno de sueño subyacente sin tratar, lo que no ayudará al paciente a corto ni a largo plazo”, indicó el Dr. Ramar.

Causas de inquietud

“En el caso de las personas que tienen COVID-19, hemos visto la aparición de muchos problemas de sueño. Esos no se comunicaron en el presente estudio, sino en los estudios clínicos y subsiguientes publicados en otros lugares”, dijo el Dr. Gozal.

“Entre las personas que padecieron COVID-19, incluso aquellas que supuestamente evolucionaron muy bien y que prácticamente estaban asintomáticas o tal vez tuvieron solo cefalea o fiebre pero que no necesitaron ir al hospital, muchas de ellas refirieron insomnio excesivo por un periodo prolongado, y dormían 2 o 3 horas más cada noche. O se notificó lo opuesto: quienes después de restablecerse informaron que no podían dormir; dormían 4 o 5 horas cuando normalmente duermen 7 u 8”, indicó.

No está claro con base en los datos actuales si el repunte notificado en los problemas de sueño también está relacionado.

El Dr. Gozal añadió que el insomnio en la época de COVID-19 podría atribuirse a diversos factores, como menos exposición diaria a la luz natural por parte de personas que se refugian dentro de casa, estrés relacionado con preocupaciones económicas o de salud, depresión u otros factores psicológicos.

Sin embargo, también es posible que los cambios fisiológicos relacionados con COVID-19 pudieran contribuir a trastornos del sueño, dijo, señalando un estudio reciente en Journal of Experimental Medicine que muestra que el SARS-CoV-2, el virus que produce COVID-19, puede unirse a las neuronas y causar cambios metabólicos en las células infectadas y en las vecinas.[5]

“Supongo que parte de ello está relacionado más con los efectos sobre la conducta; las personas desarrollan depresión, cambios en el estado de ánimo, ansiedad, etcétera, y todos estos pueden traducirse en dificultades con el sueño”, puntualizó.

“Podría ser que en algunos casos ―no con mucha frecuencia― el virus afecte áreas que controlan el sueño en nuestro cerebro y que, por tanto, veamos demasiado o muy poco sueño, y cómo distinguir entre todos estos es un área que sin duda necesita explorarse, en particular en vista del hallazgo de que el virus puede unirse a las células del cerebro e inducir problemas sustanciales en las mismas”.

Inmunidad afectada

Está bien documentado que además de ser, como lo llamó Shakespeare, “el bálsamo de las almas heridas”, el sueño tiene una función importante por cuanto brinda apoyo al sistema inmunitario.

“El sueño y la inmunidad van de la mano. Cuando las personas duermen bien se intensifica su sistema inmunitario. Sabemos que se dispone de buenos datos derivados de las vacunaciones contra hepatitis A y hepatitis B, y recientemente de la vacunación contra la influenza, que si las personas duermen lo suficiente antes y después de recibir la vacuna, su probabilidad de generar respuesta inmunitaria a esta vacuna en particular tiende a aumentar”, agregó el Dr. Ramar.

Es adecuado suponer que lo mismo sería aplicable para las vacunas contra COVID-19, pero esto aún no se ha demostrado, añadió.

“Sabemos, por los estudios previos, que los problemas de sueño persistentes pueden volver a las personas más susceptibles a infección o alterar su restablecimiento; aún no hay estudios, creo, desde la perspectiva de la COVID-19. En nuestro ensayo encontramos que, entre otros factores, alguna enfermedad crónica se asociaba con nuevas dificultades para dormir durante la pandemia. No analizamos por separado si las dificultades de sueño se asociaban con la COVID-19 o sus síntomas, pero es una excelente pregunta de abordar con los datos longitudinales con que contamos”, indicó Kendzerska.

¿Qué hacer?

Los tres expertos en sueño a los que se contactó para este artículo estuvieron de acuerdo que en el caso de pacientes con insomnio, mitigar el estrés con técnicas de relajación o terapia cognitiva conductual es más útil que con medicación.

“Los fármacos, incluso los de venta libre, tienen efectos secundarios, y si una persona toma un fármaco que contiene estimulantes, como seudoefedrina en combinaciones de antihistamínicos, esto puede contribuir a cualesquiera trastornos del sueño subyacentes o exacerbarlos”, dijo el Dr. Ramar.

Kendzerska recomendó reservar fármacos como melatonina, un fármaco cronobiótico, para pacientes con trastornos del sueño relacionados con problemas del ritmo circadiano, como un retraso en la fase del sueño. El tratamiento complementario a corto plazo mediante hipnóticos, como zolpidem, eszopiclona o zaleplon, se ha de utilizar solo como último recurso, destacó.

Los especialistas en medicina del sueño recomiendan una buena higiene de sueño como el mejor medio de obtener un sueño reparador, que incluya horarios regulares de sueño y vigilia, exposición limitada a noticias estresantes (incluidas las noticias sobre COVID-19), disminución del consumo de alcohol y estimulantes como café o bebidas con cafeína, evitar el uso de dispositivos electrónicos en la cama o cerca de la hora de acostarse, y un modo de vida sano, que incluya dieta y ejercicio.

Tampoco ven con buenos ojos la automedicación con pastillas para dormir de venta libre, porque esos productos no pueden resolver el problema subyacente, como se señaló antes.

“Asimismo, es previsible que haya más personas que puedan preferir orientación profesional para reducir gradualmente los fármacos para dormir iniciados o que se aumentaron durante la pandemia. Aunque algunos de estos problemas de sueño pueden ser transitorios, debería ser alta prioridad asegurarse de que no se conviertan en trastornos de sueño crónicos”, escribieron Kendzerska y sus colaboradores.

Caminos para la investigación

Si hay algo que quita el sueño a los especialistas, es la falta de datos o evidencia para orientar la atención clínica y la investigación. El Dr. Gozal resaltó que todavía se sabe poco acerca de los posibles efectos de COVID-19 sobre el sistema nervioso central, y dijo que debería ser un foco importante de investigación sobre el todavía nuevo coronavirus.

“Lo que ocurre después de COVID-19 y cómo podría afectar la recuperación subsiguiente, es una gran interrogante, y no creo que tengamos buenos datos al respecto. Lo que sabemos es que los pacientes desarrollan los síntomas de fatiga, alteraciones del sueño, incluso fiebre persistente, y lamentablemente, esto puede persistir por un periodo prolongado incluso en pacientes que por lo demás se han restablecido de COVID-19. Sabemos que si no se trata eso desde una perspectiva del trastorno del sueño puede exacerbar sus síntomas diarios, y es ahí donde recomendaría firmemente que buscaran ayuda de un médico especialista en sueño o, si tienen otros síntomas además del insomnio, por lo menos de un médico de atención primaria”.

Este artículo fue originalmente publicado en MDedge.com, parte de la Red Profesional de Medscape.

Medscape Noticias Médicas © 2021 WebMD, LLC

Citar este artículo: “Coronasomnia”: el insomnio generalizado por coronavirus y la automedicación preocupan a expertos en sueño – Medscape – 3 de feb de 2021.

Recetas para que el profesional sobreviva a la fatiga y al hastío de la tercera ola

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Los problemas relacionados con la salud mental son los principales riesgos: ansiedad, estrés, irritabilidad, fatiga, problemas con el sueño, pensamientos intrusivos, etc.

Los problemas relacionados con la salud mental son los principales riesgos. (ILUSTRACIÓN: Miguel Santamarina)
Los problemas relacionados con la salud mental son los principales riesgos. (ILUSTRACIÓN: Miguel Santamarina)

Los profesionales sanitarios llevan casi un año instalados en una situación límite que exige de todas sus fuerzas. Turnos que se doblan o jornadas que se alargan no son una excepción. La pandemia causada por el SARS-CoV-2 está poniendo a prueba al sistema sanitario y dejando exhaustos a las personas que trabajan en él. Es por ello que el autocuidado adquiere más importancia que nunca. No hay que descuidar la alimentación, hidratarse, respetar el descanso, tomar pequeños respiros, buscar el apoyo de los compañeros y diferenciar el ámbito profesional de las emociones.

“Son situaciones preocupantes porque colocan a los profesionales al límite de su capacidad e incluso más allá. Muchos ya lo estaban en la primera ola, pero vino una segunda y una tercera. Todo se está sumando, no ha habido ningún período de relajación”, enfatiza Pilar Rodríguez Ledo, vicepresidenta de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG).

José Lorenzo Bravo Grande, jefe del Servicio de Prevención de Riesgos Laborales en el Hospital Universitario de Salamanca, apunta, además, que muchos profesionales están trabajando en áreas que no son las que les corresponden y realizando funciones diferentes de las habituales.

Ambos expertos convienen en que son los problemas relacionados con la salud mental los principales riesgos que se derivan de esta realidad: ansiedad, estrés, irritabilidad, fatiga, problemas con el sueño, pensamientos intrusivos, inhibición conductual, bloqueos o pérdida del apetito.

La consecuencia más “preocupante”, según Jesús Sueiro, de la Asociación Gallega de Medicina Familiar y Comunitaria (Agamfec-semFYC), es que el incremento de las horas de trabajo y del número de pacientes que precisan atención aumenta exponencialmente las probabilidades de que se produzca algún error. Reconoce Sueiro que son circunstancias en las que “uno debe sacar lo mejor de sí”, pero insiste en que tiene que ser una tesitura puntual, no crónica.

¿Cómo cuidarse para que la salud se resienta lo menos posible? Parte de la respuesta es bastante obvia y quizás la clave está en asumir las recomendaciones con disciplina. Son esenciales una hidratación suficiente y una alimentación equilibrada, ni excesiva ni demasiado ligera pero suficientemente nutritiva. Igualmente, realizar paradas pequeñas pero frecuentes es de gran ayuda cuando las horas de trabajo se acumulan.

José Lorenzo Bravo subraya que es importante llevar un ritmo de vida lo más ordenado posible y respetar el descanso. También disfrutar en el tiempo libre de actividades de ocio que permitan abstraerse de las complicaciones del trabajo. Pilar Rodríguez Ledo y Jesús Sueiro ponen el acento en el apoyo del equipo. “Es fundamental porque el estrés general disminuye y porque cada uno somos el soporte de nuestros compañeros, tenemos que cuidarnos unos a otros”, defiende Rodríguez Ledo. “Hay que buscar el apoyo de los compañeros cuando estamos sobrepasados, no tensar la cuerda hasta que se rompa”, añade Sueiro.

José Lorenzo Bravo considera que el autocuidado de la salud mental del médico pasa por la profesionalización de su labor, desligándola de la esfera emocional no laboral: “Hay que diferenciar el lado profesional. Cuando trabajo, me lo tomo como trabajo porque si dejo que me invadan las emociones es más fácil que claudique”.

Otra recomendación es la utilización de técnicas de relajación y de concentración: “Hay que intentarlo en los momentos que tenemos libres porque ayudan a afrontar las situaciones de estrés. Todas ellas se acompañan de una reflexión sobre la situación, sobre todas las posibilidades, lo que se puede controlar y lo que no”, aconseja la vicepresidenta de SEMG.

Y lo que no se debe hacer nunca también resulta obvio: No consumir alcohol ni recurrir a la automedicación.

Estudiar el patrón alimentario para entender el abuso de sustancias

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Los estudios preclínicos, que no son automáticamente extrapolables a humanos, muestran resultados interesantes que abren vías de investigación en este campo.

El análisis y manejo de la dieta alimentaria podría convertirse en una herramienta para abordar el abuso de sustancias.
El análisis y manejo de la dieta alimentaria podría convertirse en una herramienta para abordar el abuso de sustancias.

La actividad on line Dieta y salud mental, organizada por la Escuela Europea de Pensamiento Lluís Vives de la Universidad de Valencia (UV), puso ayer martes de manifiesto que el análisis y manejo de la dieta alimentaria podría convertirse en una herramienta para abordar el abuso de sustancias, aprovechando que ambas situaciones comparten el impacto sobre el sistema cerebral de recompensa. Esta situación, que se está observando en modelos animales, también se ve acompañada por estudios clínicos y prospectivos que avalan conexiones importantes entre el tipo de dieta y trastornos mentales.

María del Carmen Blanco Gandía, doctora en Psicología por la UV y profesora ayudante doctora en la Universidad de Zaragoza, expuso sus investigaciones centrada en el estudio del papel de la dieta como factor de vulnerabilidad o protección en el consumo de drogas con modelos animales. Como punto de partida, recordó que el ser humano, a través del sistema cerebral de recompensa, tiende a repetir conductas que experimentamos naturalmente como placenteras (comer, beber, dormir, sexo/reproducción…) y las drogas de abuso, que surgen como “un intruso” en este esquema y, “hacen creer a nuestro cerebro que son necesarias para sobrevivir”.

A través de animales de experimentación y manejando una dieta palatable de forma intermitente y continuada, la investigadora ha podido contrastar respuestas de gran interés. Por ejemplo, según expuso en su charla, mientras se consume este tipo de comida de forma continuada, “nuestro sistema de recompensa cerebral se encuentra saciado”, pero cuando cesa esta, aumenta la vulnerabilidad ante las sustancias y la ingesta de drogas o alcohol. Dado que este tipo de alimentación puede tener consecuencias para la salud, también se ha estudiado la posibilidad de dar comida palatable “de forma puntual”. Y los resultados muestran que puede desplazar la recaída totalmente en machos y de forma parcial en hembras. En este contexto, comentó que la dieta cetogénica está dando “resultados bastante prometedores”.

Para confirmar el binomio alimentación-abuso de sustancias, Blanco Gandía señaló que diversos estudios muestran que los pacientes con trastorno por uso de sustancias (TUS) “muestran mayores puntuaciones en cuestionarios de trastornos de conducta alimentaria (TCAs)” o que usan “la comida para satisfacer el ansia por la droga, especialmente en los primeros seis meses de sobriedad”.

Asimismo, las personas con TUS tienen alta preferencia por los ultraprocesados, ya que presentan un “dosis alta” de recompensa y absorción rápida, que podría equivaler a las propias drogas.

A modo de conclusión, recordó que los estados emocionales negativos “nos empujan a buscar consuelo en la comida”, señalando que esta no sería “un tratamiento único” para el abuso de sustancias, pero sí podría convertirse en “un pilar crucial”.

Alterações na insulina e no IMC de crianças têm relação com a saúde mental no futuro?

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criança em balança porque IMC e insulina têm influência na saúde mental

Os distúrbios cardiometabólicos geralmente ocorrem concomitantemente com psicose e depressão, contribuem para altas taxas de mortalidade e são detectáveis desde o início dos distúrbios psiquiátricos. No entanto, não está claro se as tendências longitudinais nas características cardiometabólicas desde a infância estão associadas a riscos de psicose e depressão em adultos.

Uma pesquisa publicada no jornal JAMA Psychiatry avaliou o papel que os níveis de insulina de jejum (IJ), bem como o índice de massa corporal (IMC) têm na depressão e psicose mais tarde na vida.

Insulina e saúde mental

Uma coorte oriunda do estudo Avon Longitudinal Study of Parents and Children (estudo prospectivo incluindo 14.975 indivíduos da população britânica), foi conduzido usando dados de participantes com idades entre 1 e 24 anos. Dados de IMC e nível de IJ foram usados ​​para modelagem de mistura de crescimento para delinear trajetórias de desenvolvimento, e as associações com psicose e depressão foram avaliadas.

O estudo foi realizado entre 15 de julho de 2019 e 24 de março de 2020. Os níveis de insulina em jejum foram medidos aos 9, 15, 18 e 24 anos, e o IMC foi medido aos 1, 2, 3, 4, 7, 9, 10, 11, 12, 15, 18 e 24 anos. Dados sobre sexo, raça/etnia, classe social paterna, problemas emocionais e comportamentais na infância e pontuações cumulativas de problemas de sono, ingestão calórica média, atividade física, tabagismo e uso de álcool e substâncias na infância e adolescência foram analisados como potenciais confundidores.

O risco de psicose (experiências psicóticas definitivas, transtorno psicótico, estado mental de risco e pontuação de sintomas negativos) e o risco de depressão (medido usando o Cronograma de Entrevista Clínica Revisado) foram avaliados aos 24 anos.

Resultados

Os pesquisadores descreveram que, a partir dos dados disponíveis sobre 5.790 participantes (3132 [54,1%] mulheres) para os níveis de IJ e dados disponíveis sobre 10.463 participantes (5336 [51,0%] mulheres) para o IMC, foram observadas três trajetórias distintas para os níveis de IJ e 5 trajetórias distintas para o IMC, todos os quais foram diferenciados no meio da infância.

A trajetória do nível de IJ persistentemente alto foi associada a um estado mental de risco de psicose (odds ratio ajustada [aOR], 5,01; intervalo de confiança de 95% [IC de 95%], 1,76-13,19) e transtorno psicótico (aOR, 3,22; IC de 95%, 1,11-9,90) mas não depressão (aOR, 1,38; IC 95%, 0,75-2,54). Um grande aumento no IMC no início da puberdade foi associado à depressão (aOR, 4,46; 95% CI, 2,38-9,87), mas não psicose (aOR, 1,98; 95% CI, 0,56-7,79). Os níveis persistentemente elevados de IJ a partir dos 9 anos de idade foram associados à psicose aos 24 anos, e o aumento do IMC no início da puberdade foi associado à depressão aos 24 anos.

Conclusões

Os pesquisadores concluíram que a comorbidade cardiometabólica de psicose e depressão pode ter origens distintas no início da vida. Eles descreveram que a sensibilidade à insulina interrompida desde o meio da infância parecia estar associada à psicose no adulto, e os aumentos do IMC começando na época do início da puberdade estavam associados à depressão na idade adulta.

Embora a confusão residual possa ser um problema, os pesquisadores destacam que esses resultados sugerem que esses marcadores cardiometabólicos podem estar entre fatores de risco compartilhados e indicadores para transtornos cardiometabólicos e psiquiátricos em adultos e podem representar novos alvos para prevenção e tratamento de transtornos cardiometabólicos em indivíduos com psicose e depressão.

Autora:

Roberta Esteves Vieira de Castro

Graduada em Medicina pela Faculdade de Medicina de Valença ⦁ Residência médica em Pediatria pelo Hospital Federal Cardoso Fontes ⦁ Residência médica em Medicina Intensiva Pediátrica pelo Hospital dos Servidores do Estado do Rio de Janeiro. Mestra em Saúde Materno-Infantil (UFF) ⦁ Doutora em Medicina (UERJ) ⦁ Aperfeiçoamento em neurointensivismo (IDOR) ⦁ Médica da Unidade de Terapia Intensiva Pediátrica (UTIP) do Hospital Universitário Pedro Ernesto (HUPE) da UERJ ⦁ Professora de pediatria do curso de Medicina da Fundação Técnico-Educacional Souza Marques ⦁ Membro da Rede Brasileira de Pesquisa em Pediatria do IDOR no Rio de Janeiro ⦁ Acompanhou as UTI Pediátrica e Cardíaca do Hospital for Sick Children (Sick Kids) em Toronto, Canadá, supervisionada pelo Dr. Peter Cox ⦁ Membro da Sociedade Brasileira de Pediatria (SBP) e da Associação de Medicina Intensiva Brasileira (AMIB) ⦁ Membro do comitê de sedação, analgesia e delirium da AMIB e da Sociedade Latino-Americana de Cuidados Intensivos Pediátricos (SLACIP) ⦁ Membro da diretoria da American Delirium Society (ADS) ⦁ Coordenadora e cofundadora do Latin American Delirium Special Interest Group (LADIG) ⦁ Membro de apoio da Society for Pediatric Sedation (SPS) ⦁ Consultora de sono infantil e de amamentação.

Referência bibliográfica:

  • Perry BI, Stochl J, Upthegrove R, Zammit S, Wareham N, Langenberg C, Winpenny E, Dunger D, Jones PB, Khandaker GM. Longitudinal Trends in Childhood Insulin Levels and Body Mass Index and Associations With Risks of Psychosis and Depression in Young Adults. JAMA Psychiatry. 2021 Jan 13:e204180. doi: 10.1001/jamapsychiatry.2020.4180. Epub ahead of print. PMID: 33439216; PMCID: PMC7807390.

Conflitos entre pais divorciados interferem na saúde mental do filho?

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Pesquisadores do Arizona avaliam se conflito entre pais divorciados interfere em crianças desenvolverem problemas de saúde mental.

Pesquisadores da Arizona State University concluíram que o conflito entre pais divorciados ou separados parece estar associado ao aumento do risco de crianças desenvolverem problemas de saúde mental. Os resultados do estudo Longitudinal Effects of PostDivorce Interparental Conflict on Children’s Mental Health Problems Through Fear of Abandonment: Does Parenting Quality Play a Buffering Role?, de O’Hara e colaboradores, foi publicado no jornal Child Development.

A exposição ao conflito interparental (CIP), é considerada um dos eventos mais estressantes vividos por crianças cujos pais se divorciam/separam. No presente estudo, os pesquisadores avaliaram se o medo do abandono mediava a associação entre a exposição a CIP pós-divórcio e problemas de saúde mental posteriores. Além disso, analisaram se um relacionamento de alta qualidade entre ambos os pais-filho amortecia o efeito do CIP sobre o medo do abandono e se os relacionamentos mãe-filho e pai-filho proporcionavam diferentes efeitos. Para isso, os pesquisadores observaram essas relações longitudinalmente, em uma amostra de 559 crianças/adolescentes, de 9 a 18 anos, e usaram relatórios de filhos, pais e professores sobre os problemas de saúde mental infantil. As perguntas incluíam temas como: se os pais brigaram na frente das crianças, falaram mal um do outro ou pediram aos filhos para encaminhar mensagens.

O estudo com filho de pais divorciados

Das 559 crianças/adolescentes, 201 tiveram o pai como o responsável pelo programa e 358 tiveram a mãe; o responsável forneceu dados sobre problemas de saúde mental infantil. Em 40 famílias, mães e pais participaram do ensaio; dados do primeiro que se inscreveu no estudo foram usados. Os dados dos professores foram coletados apenas com a permissão dos pais. Das 559 crianças, 425 (76%) tinham permissão dos pais para coletar relatórios do professor e 375 (67,1% no total; 88% daquelas com permissão) tinham relatórios dos professores sobre seus problemas de saúde mental. As crianças tinham, em média, 12,48 anos e 50,6% eram do sexo masculino. Aproximadamente 93% dos responsáveis participantes eram legalmente casados com o outro progenitor do filho e 41,7% eram legalmente divorciados no início do estudo. Em média, as crianças passaram 2,44 noites por semana, ou aproximadamente 35% dos pernoites, com seus pais (fathers). A composição racial e étnica dos responsáveis era: 61,7% brancos não hispânicos, 29,5% hispânicos, 2,9% negros, 1,8% asiáticos e <1% índio americano ou nativo do Alasca; 3,9% foram identificados como multirracial.

As análises de mediações mostraram que o CIP pré-teste previu o medo de abandono três meses depois, assim como problemas de saúde mental relatados por crianças e professores dez meses depois. A interação entre CIP e qualidade do relacionamento sobre o medo do abandono foi significativa para os pais, mas não para as mães. Além disso, os pesquisadores não observaram uma hipótese de efeito protetor de relacionamentos ambos os pais-filhos de alta qualidade. O CIP previu o medo de abandono entre todas as crianças, exceto aquelas com relações pai-filho (somente o pai) de baixa e moderada qualidade, para as quais não estava significativamente associado ao medo de abandono. Os resultados do presente estudo destacam a necessidade de otimizar os programas de enfrentamento infantil e melhorar os programas de paternidade após o divórcio/separação, para reduzir o CIP.

Como reduzir essa questão?

Como ambos os pais podem mitigar os efeitos do CIP sobre o medo de abandono dos filhos e, por sua vez, os problemas de saúde mental? Para O’Hara e colaboradores, é importante garantir, em primeiro lugar, que os programas destinados a ajudar os filhos após o divórcio/separação os ajudem a lidar com quaisquer medos de abandono que possam ter. Em segundo lugar, é crucial melhorar os programas parentais para que trabalhem para ajudar ambos os pais divorciados a reduzir o conflito, ou pelo menos a exposição de seus filhos. Pode-se também auxiliar ambos os pais a se tornarem mais conscientes da importância de informar aos filhos que eles continuarão sendo cuidados, apesar de todas as mudanças que acontecem na família, após um divórcio/separação. Os pesquisadores descrevem que um intenso carinho (característica central de um relacionamento de alta qualidade), tende a atenuar o nível de ameaça percebida durante e após a exposição ao CIP, aumentando a sensação das crianças de que serão cuidadas. Além disso, quando ambos os pais divorciados estão envolvidos na vida diária de seus filhos, eles tendem a acreditar que os dois estarão disponíveis para eles de uma maneira confiável, o que pode reduzir o medo do abandono. Por fim, os filhos que se sentem próximos de ambos os pais, aceitos e capazes de se comunicar abertamente têm maior probabilidade de usar os pais como um recurso quando estão angustiados, o que pode reduzir o medo de abandono no contexto dos conflitos.

Referência bibliográfica:

  • O’Hara KL, Rhodes CA, Wolchik SA, Sandler IN, Yun-Tein J. Longitudinal Effects of PostDivorce Interparental Conflict on Children’s Mental Health Problems Through Fear of Abandonment: Does Parenting Quality Play a Buffering Role? Child Dev. 2021 Jan 12. doi: 10.1111/cdev.13539. Epub ahead of print. PMID: 33432998.

La mujer en el espejo: reflejo de un trastorno potencialmente letal

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Cuando una mujer de 47 años con esquizofrenia bien controlada acudió a la Clínica de investigación de olfato y gusto, en Chicago, Estados Unidos, el Dr. Justin Virk no tenía idea de que estaba por encontrarse con uno de los casos más inusuales de su carrera profesional.

La paciente dijo al Dr. Virk que cada vez que se miraba en el espejo su imagen se movía y hablaba independientemente de ella. El reflejo le daba órdenes, le decía qué ropa utilizar y cómo peinarse.

Además, experimentaba intensa paranoia mientras conducía, en especial al mirar por el espejo retrovisor. Esta paranoia producía en su paciente angustia importante y finalmente la incapacitó, indicó el Dr. Virk a Medscape Noticias Médicas.

Al principio el especialista y su tutor, Dr. Alan Hirsch, sospecharon el síndrome de Fregoli, trastorno en que los pacientes experimentan alucinaciones de sí mismos inmediatamente en frente de ellos. Sin embargo, “nunca se ha descrito antes” una alucinación autoscópica que solo se manifieste en el espejo, dijo el Dr. Virk.

Las alucinaciones específicas de contexto de la paciente señalaban una red visual disfuncional para la percepción o el reconocimiento visual. Los doctores postularon si podría tener un trastorno neurológico que afectara los lóbulos parietal u occipital.

Realizaron un examen neurológico completo y estudios por neuroimágenes, los cuales produjeron hallazgos anormales.

“Su mini examen del estado mental se encontró en los límites con lo anormal. No podía recordar cuatro de cuatro objetos sin ayuda y solo recordaba dos de cuatro con ayuda”, destacó el Dr. Virk.

Su agudeza visual era de 20/40 en los dos ojos, sin anteojos, tenía ptosis bilateral y los reflejos en las extremidades superiores e inferiores se habían modificado desde + 2 hasta 0 en cuestión de semanas, añadió.

Los análisis sanguíneos revelaron anomalías, como bajos niveles de cloruro y altos niveles de proteína, así como eritrocitos bajos en folato. Los resultados del análisis de orina también fueron anormales. A través de las neuroimágenes los médicos descubrieron un glioblastoma en etapa IV.

Resulta interesante que el tumor se encontrara en el lóbulo frontal del cerebro, no en las regiones occipital o parietal, lo cual explicaría las alucinaciones.

“Si estuviera en esas regiones podríamos comprender fácilmente las alucinaciones, pues afectarían las vías visuales”, señaló el Dr. Virk.

Los médicos pensaron que debido a que el tumor estaba situado en la región frontal podría estar induciendo la disfunción secundaria en otras partes del cerebro, mecanismo conocido como diasquisis.

“Nuestra teoría era que puesto que el tumor estaba en alguna parte diferente del cerebro, podría ser que indujera la disfunción secundaria de otras porciones del mismo”, indicó el Dr. Virk.

Dado que este caso era tan raro y había tan poca literatura disponible que los orientara, los médicos trataron de ajustar la medicación antipsicótica de la paciente, pero no hubo ningún efecto.

“Aunque desde luego la derivamos a un oncólogo, también hicimos estos ajustes y la vigilamos para ver si mejoraba o se deterioraba. No ocurrió ninguna de las dos cosas. También nos preguntamos si debíamos administrarle medicación anticonvulsiva, pues tenía una lesión expansiva en el cerebro. Esta era otra gran dificultad, pero como contábamos con tan poco para continuar, nos apegamos a lo que sabíamos, más que experimentar con la paciente”, agregó.

El neurocirujano de la paciente determinó que el tumor era inoperable y recomendó quimioterapia. Sin embargo, pese al tratamiento, el tumor maligno persistió y siguieron presentándose las alucinaciones autoscópicas.

“Su pronóstico es desfavorable, dada la naturaleza de esta neoplasia maligna, y estamos continuando su tratamiento con antipsicóticos, así como quimioterapia por su cáncer”, informó el Dr. Virk.

Asimismo, señaló que este es uno de los casos más inusuales de síndrome de desidentificación delirante que alguna vez hayan visto él y el Dr. Hirsch.

“No tenemos mucha información sobre estos síndromes”, dijo, añadiendo que considera que son más comunes de lo que indica la base de evidencia. El Dr. Virk sospecha que muchos pacientes no revelan estos síndromes a sus médicos, lo cual resalta la importancia de formar relaciones médico-paciente sólidas.

“Si hubieran más personas que investigaran y escribieran sobre estos casos, definitivamente nos proporcionarían más opciones de tratamiento, pues ahora mismo estamos limitados a los antipsicóticos, lo cual nos representa un enorme reto”, concluyó.

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Citar este artículo: La mujer en el espejo: reflejo de un trastorno potencialmente letal – Medscape – 14 de enero de 2021.

El consumo excesivo de alcohol puede afectar la integridad de la sustancia blanca de los adolescentes

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El consumo excesivo de alcohol en la adolescencia se vincula con alteraciones de la integridad de la sustancia blanca, señala nueva investigación.[1]

En un estudio de casos y controles de más de 400 participantes, la asociación fue más acentuada en adolescentes más jóvenes y en la porción anterior y media del cuerpo calloso, que sirve para la integración interhemisférica de las redes frontales y la comunicación.

Los resultados proporcionan a los médicos un motivo más para que pregunten a los adolescentes sobre su consumo de alcohol, señaló el investigador, Dr. Adolf Pfefferbaum, del Centro para Ciencias de la Salud, SRI International, en Menlo Park, Estados Unidos, y profesor emérito en la Stanford University School of Medicine, en Stanford, Estados Unidos.

Sin embargo, al hablar a los adolescentes sobre su consumo de alcohol, “a veces es mejor preguntar: ¿Qué tanto alcohol consumes?'”, en vez de solo preguntar si beben, comentó el Dr. Pfefferbaum a Medscape Noticias Médicas. Esto se debe a que están más dispuestos a responder con franqueza a la primera pregunta.

También es importante que los médicos digan a los adolescentes, sin juzgarlos, que hay datos de que “la bebida intensa es mala para su cerebro”, añadió.

Los hallazgos fueron publicados el 30 de diciembre en la versión digital de JAMA Psychiatry.

Anisotropía fraccional

La adolescencia es un periodo crítico de maduración fisiológica y social que se acompaña de cambios importantes en estructura, función y procesos neuroquímicos del cerebro, señalaron los investigadores.

Las imágenes con tensor de difusión producen una medida llamada anisotropía fraccional que caracteriza algunos de estos cambios cerebrales al cuantificar la difusión de agua molecular en el cerebro.

“La anisotropía fraccional es un parámetro de la integridad de la sustancia blanca del cerebro; por consiguiente, la parte del cerebro que conecta las neuronas entre sí”, indicó el Dr. Pfefferbaum, añadiendo que la anisotropía fraccional disminuye en enfermedades como esclerosis múltiple y refleja “una especie de trastorno patológico”.

Los sistemas de fibras afectados son cuerpo calloso, fascículo longitudinal superior, cápsula interna y externa, tronco encefálico y fibras de proyección cortical. La alteración de estos sistemas neurales puede degradar la transmisión de señales neurales y afectar determinadas funciones cognitivas, posiblemente dando lugar a más impulsividad, control inhibitorio deficiente y restricción de la capacidad de la memoria de trabajo, afirmaron los investigadores.

La anisotropía fraccional sigue un patrón de forma de U invertida. “La trayectoria natural consiste en que aumenta desde la lactancia hasta la adolescencia media y luego, conforme envejecemos, alrededor de los 25 a los 30 años comienza a descender. Para entonces nuestros cerebros comienzan a mostrar signos de envejecimiento”, dijo el Dr. Pfefferbaum.

En el presente análisis se evaluaron 451 adolescentes (228 niños y 223 niñas) del estudio National Consortium on Alcohol and Neurodevelopment in Adolescence (NCANDA) NCANDA sobre los cuales los investigadores contaron con cuatro años de datos longitudinales de imágenes con tensor de difusión.[2] Todos tenían de 12 a 21 años al inicio.

La cohorte de NCANDA fue reclutada en cinco centros estadounidenses. A los participantes cada año se les evaluaron indicadores psicobiológicos, incluida la maduración cerebral. La cohorte, que no tenía antecedente de algún abuso de sustancias importante al entrar en el estudio, estuvo equilibrada en cuanto a sexo y grupo étnico.

Los investigadores cuantificaron el cambio en la integridad de la sustancia blanca durante el desarrollo en cada individuo como el declive de la anisotropía fraccional en el curso de las consultas. También analizaron las trayectorias del desarrollo alteradas que se asociaban con el inicio del consumo de alcohol en la adolescencia y las asociaciones diferenciales del alcohol según edad con fascículos fibrosos de sustancia blanca regionales específicos.

También evaluaron el consumo de alcohol en una escala de 1 a 4, con base en la puntuación de Cahalan ajustada con respecto a la juventud. La escala considera la cantidad y la frecuencia para clasificar los niveles de bebida con base en los patrones autonotificados el año previo.

Trayectoria alterada

Los resultados demostraron que 291 participantes (37,2%) permanecieron en niveles de consumo de alcohol nulos o bajos (puntuación de Cahalan ajustada con respecto a la juventud: 0) durante los momentos de evaluación examinados, y 160 (20,5%) se clasificaron como bebedores excesivos por un mínimo de dos consultas consecutivas (puntuación de Cahalan ajustada con respecto a juventud > 1).

Entre los participantes con consumo de alcohol nulo a bajo, 48,4% lo integraban niños con media de edad de 16,5 años y 51,2% niñas con media de edad de 16,5 años. Aproximadamente dos tercios del grupo (66%) eran caucásicos.

De los participantes con consumo excesivos de alcohol, 53,8% era de sexo masculino con media de edad de 20,1 años y 46,3% de sexo femenino con media de edad de 20,5 años. En este grupo 88,8% era de raza caucásica.

Los investigadores no analizaron a los bebedores moderados o a los que iniciaron el consumo excesivo de alcohol durante solo una consulta.

Los hallazgos también demostraron que los bebedores excesivos mostraban reducción importante de la anisotropía fraccional de todo el cerebro. Los declives en los 78 bebedores excesivos fueron más negativos de manera estadísticamente significativa que en los 78 bebedores con consumo nulo o bajo equiparados (media: -0,0013 frente a 0,0001; = 0,008).

“El concepto de los declives es realmente importante aquí, pues es la trayectoria la que parece ser el parámetro más sensible. Probablemente lo que está ocurriendo es que la exposición al alcohol interfiere en la mielinización normal y en el desarrollo normal de la sustancia blanca del adolescente”, agregó el Dr. Pfefferbaum.

Los participantes con consumo de alcohol nulo o bajo tuvieron medidas de anisotropía fraccional relativamente estables en todas las consultas.

Una reducción de la anisotropía fraccional se vinculó significativamente con el consumo excesivo de alcohol. Un análisis de 63 jóvenes que cambiaron de consumo de alcohol nulo o bajo a consumo excesivo demostró que antes de la transición tuvieron anisotropía fraccional aumentada de manera estadísticamente significativa durante las consultas (IC 95% del declive: 0,0011 – 0,0024; < 0,001). Además, sus declives correspondientes no fueron diferentes a otros participantes del mismo intervalo de edad con consumo nulo o bajo.

Sin embargo, la anisotropía fraccional en los integrantes de este grupo disminuyó en grado importante después de que refirieron el consumo excesivos de alcohol, lo que dio lugar a declives significativamente por debajo de cero (IC 95% del declive: –0,0036 a –0,0014; < 0,001) y que fueron más bajos que en los participantes con consumo nulo o bajo del mismo intervalo de edad.

Los hallazgos de esta evaluación singular de antes y después “nos acercan un paso más a la causalidad”, e ilustran también que la bebida intensa durante la adolescencia afecta la integridad de la sustancia blanca, agregó el Dr. Pfefferbaum.

Marcadores potenciales

Ninguna de las medidas del declive se correlacionó con el número de consultas o el uso de tabaco o cannabis. La asociación del alcohol con las medidas del declive fue más evidente en la cohorte más joven (< 19 años).

“Los efectos se observaron más rápidamente en adolescentes más jóvenes porque son los que todavía están progresando a lo largo de esta trayectoria de desarrollo normal. En cierto sentido, cuanto más joven es una persona que consume alcohol, probablemente más vulnerable es”, añadió.

Estudios previos han señalado que el daño en los fascículos de sustancia blanca se asocia con más reactividad neural a las señales del alcohol en adultos con trastorno por consumo de alcohol. Dada esta evidencia, la mayor degradación de la sustancia blanca a edades más jóvenes frente a más avanzadas, podría explicar por qué los adolescentes que comenzaron a beber a edad temprana tienen más probabilidades de desarrollar adicción a edad más avanzada, señalaron los investigadores.

De los cinco fascículos de fibras importantes, solo las fibras comisurales (cuerpo calloso) mostraron asociación significativa con el alcohol. Los investigadores señalan que la reducción del volumen de sustancia blanca y la desmielinización del cuerpo calloso son dos de los marcadores más prominentes en el alcoholismo del adulto y son potenciales marcadores en el abuso de alcohol del adolescente.

Al ampliar más los análisis a las cuatro subregiones del cuerpo calloso, los investigadores encontraron que solo las regiones anteriores y medias del cuerpo calloso (rodilla y cuerpo) mostraron interacciones significativas entre edad y alcohol.

Esto podría ser resultado del periodo de mielinización de fibras en estas regiones del cerebro, en comparación con otras, indicó el Dr. Pfefferbaum.

Señaló que estas fibras conectan las partes izquierda y derecha de las regiones anteriores del cerebro, en especial los lóbulos frontales, que son muy vulnerables a los efectos del alcohol. “Bien puede ser que exista esta interacción del periodo del desarrollo y la sensibilidad de las partes frontales del cerebro”, añadió.

¿Efectos cognitivos?

Aunque los investigadores no encontraron ningún efecto del sexo, el Dr. Pfefferbaum hizo hincapié en que esto no significa que no exista. “Simplemente no tenemos el poder para verlo”.

En el estudio no se analizó específicamente a los bebedores compulsivos, definidos como los que consumen cinco bebidas en 2 horas en el caso de los hombres y cuatro bebidas en 2 horas en las mujeres. El Dr. Pfefferbaum señaló que es difícil obtener una “buena cuantificación” de la bebida compulsiva. “No contamos con un análisis fino lo suficientemente detallado para desentrañar esto”.

Al preguntarle si la trayectoria de la anisotropía fraccional alterada en las personas con consumo excesivo de alcohol afecta a la cognición, el Dr. Pfefferbaum añadió que “esos estudios todavía se están realizando” y cabe esperar que los resultados estén disponibles en más o menos un año.

El Dr. Pfefferbaum dijo que él y sus colaboradores continúan el seguimiento de estos adolescentes y esperan ver si se normaliza la trayectoria de la anisotropía fraccional alterada en bebedores excesivos, añadiendo: “La duda importante ahora radica en que si dejan de beber intensamente, reanudarán su desarrollo normal”.

Se considera que este estudio es el primero en señalar vulnerabilidad diferencial in vivo en la microestructura de la sustancia blanca con respecto a la edad, señalaron los autores.

Además de preguntar a los adolescentes sobre su consumo de alcohol, la función del médico debería ser “asesorar y derivar”, indicó el Dr. Pfefferbaum. También recomendó acceder a los recursos del National Institute on Alcohol Abuse and Alcoholism.

Datos importantes pero varias limitaciones

En su comentario para Medscape Noticias Médicas, el Dr. Oscar G. Bukstein, maestro en salud pública, director médico del servicio de psiquiatría ambulatoria en el Boston Children’s Hospital, y profesor de psiquiatría en la Harvard Medical School, ambos en Boston, Estados Unidos, dijo que los hallazgos proporcionan más datos de que el alcohol afecta al cerebro en etapa de maduración.

Este estudio y otros en que se ha analizado el uso de cannabis, “demuestra que el cerebro tiene un crecimiento dinámico en el que determinadas funciones, en particular en este caso del cuerpo calloso anterior y medio, maduran más tarde y tienen más probabilidades de verse afectadas por el consumo temprano de alcohol”, dijo el Dr. Bukstein, quien no intervino en la investigación.

Resaltó la importancia de determinar el mecanismo implícito y señaló algunas limitaciones del estudio. Por ejemplo, la tecnología de imágenes con tensor de difusión utilizada puede “ya estar desfasada”.

El uso de tecnología antigua pudo haber impedido encontrar un efecto de la bebida intensa en partes del cerebro diferentes al cuerpo calloso anterior y medio, señaló el Dr. Bukstein.

La tecnología más nueva podría proporcionar “un análisis basado en vóxel no lineal de detalle más fino”, aunque el uso de las técnicas de escaneo más actualizadas pudiera no haber detectado diferencias adicionales en los grupos de estudio, añadió.

El Dr. Bukstein también señaló que hubo limitaciones: el estudio no tuvo “gradaciones”, sino que solo se analizó el consumo excesivos y el consumo nulo o bajo. “Le gustaría a uno saber sobre niños que están un poco en el medio”. Tampoco se determinó un “umbral” en el que comienzan los efectos nocivos del alcohol sobre el cerebro.

Asimismo, en el estudio no se analizaron los resultados en el desarrollo del cerebro de niños con trastornos como depresión y trastorno por déficit de atención/hiperactividad que se sabe dan por resultado el consumo de sustancias, algo que un estudio más grande pudo haber hecho, dijo.

El Dr. Bukstein señaló que se ha iniciado un estudio más nuevo y mucho más grande, el estudio Adolescent Brain Cognitive Development (ABCD), en que se han comenzado a valorar en niños los factores de riesgo como el uso de sustancias a partir de los 10 años de edad.

El estudio fue financiado por becas del US National Institute on Alcohol Abuse and Alcoholism y por el National Institute on Drug Abuse, el National Institute of Mental Health, el National Institute of Child Health and Human Development y el Stanford Institute for Human-Centered Artificial Intelligence-AWS Cloud Credits for Research. El Dr. Pfefferbaum declaró haber recibido una beca del US National Institute on Alcohol Abuse and Alcoholism durante la realización del estudio. El Dr. Bukstein ha declarado no tener ningún conflicto de interés económico pertinente.

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Citar este artículo: El consumo excesivo de alcohol puede afectar la integridad de la sustancia blanca de los adolescentes – Medscape – 12 de enero de 2021.

Como estresse psicológico evoluiu na pandemia de Covid-19?

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Estresse psicológico na pandemia de Covid-19

A pandemia por Covid-19 vem alterando a vida cotidiana das pessoas, em um período mais curto, de maneira que nem mesmo crises econômicas e desastres naturais alteraram. Desemprego, isolamento social e medo são alguns dos exemplos de problemas potenciais causadores de estresse psicológico na população na crise da Covid-19. Muitos estudos já evidenciaram os efeitos adversos na saúde mental por desastres naturais, incluindo pandemias. De mesmo modo, demonstraram que existem preditores da vulnerabilidade a esses efeitos, incluindo o status pregresso de saúde mental.

Ainda há pouca informação detalhada sobre os efeitos no estresse psicológico durante a pandemia por Covid-19, com falta de estudos de abordagens longitudinais que permitam uma comparação com os status individuais de saúde mental pré-pandemia. Existem estudos comparativos nesse sentido, mas utilizando amostras de populações e metodologias diferentes entre os dois períodos.

Dados longitudinais poderiam permitir uma avaliação prospectiva de possíveis quadros de piora no status de saúde mental de cada indivíduo, quando comparados ao período pré-pandêmico. Essa análise possibilitaria o entendimento de efeitos a longo prazo da pandemia na saúde mental e o direcionamento de intervenções e recursos para os grupos mais vulneráveis.

Estudo comparativo dos períodos

Seguindo essa linha, um estudo nos EUA utilizou dados longitudinais de uma amostra nacionalmente representativa entre adultos do país para comparar o estresse psicológico vivenciado pelos indivíduos durante a pandemia com o maior nível de estresse que eles experimentaram nos 12 meses anteriores ao início da pandemia. Usando a base de dados Rand American Life Panel (ALP), uma amostra de 1.870 americanos maiores de 20 anos teve as informações sobre estresse avaliada em dois momentos: durante o ano de 2019, através de informações de um instrumento aplicado à época; e em maio de 2020, com o mesmo questionário, 8 semanas após a declaração de emergência nacional nos EUA devido à Covid-19.

O estresse psicológico foi avaliado através do escore pelo instrumento Kessler-6, feito para identificar condições psiquiátricas clinicamente significativas. Esses escores foram, então, divididos nas categorias: sem estresse/baixo estresse; estresse moderado; e estresse grave. O pior escore mensal de 2019 de cada indivíduo foi selecionado e comparado com o escore dos últimos 30 dias em maio de 2020. Foi considerado que o indivíduo possuiu aumento de estresse no período caso a categoria do escore tenha aumentado.

Os resultados da análise não demonstraram aumento de prevalência de estresse grave quando comparados os piores meses de 2019 com maio de 2020. No entanto, percebeu-se que a ocorrência de estresse psicológico durante a pandemia estava ligado fortemente à existência dessa condição no período anterior. Ou seja, pessoas com estresse grave no pior mês em 2019 apresentaram mais chances de ter estresse grave durante a pandemia também, o que colocaria a população com problemas de saúde mental prévios como alto risco nesse cenário. Além disso, um aumento geral de estresse entre os dois períodos foi verificado em 12,8% da amostra.

Os aumentos de estresse foram mais comuns em mulheres (resultado consistente com outros estudos que avaliam estresse após desastres naturais), em menores de 60 anos (possivelmente ligados a ameaça de desemprego e perda de renda) e em pessoas de etnia hispânica. Um aumento de estresse acima do esperado — caso não houvesse pandemia — foi observado em todos os grupos demográficos, o que mostra algo diferente de outros desastres naturais, por potencialmente afetar toda a população dos EUA.

Conclusão

O estudo conclui discutindo sobre como os impactos da Covid-19 na saúde mental foram sem precedentes em termos de alcance nacional. Apesar disso, apresenta também resultados similares a estudos anteriores sobre consequências desse tipo após a ocorrência de outros desastres ou crises. Pessoas com maior vulnerabilidade social e econômica devido ao isolamento social e aquelas com maior risco de desenvolver estresse grave por possuírem problemas prévios de saúde mental devem ser os alvos do direcionamento prioritário de recursos e intervenções clínicas.

Apesar de estudos anteriores demonstrarem o retorno ao estado anterior de estresse após certo período de tempo, o mesmo pode não ocorrer no caso da pandemia por Covid-19, devido às suas devastadoras consequências sociais e econômicas. Portanto, novos estudos devem buscar informações a respeito da prevalência desses impactos na saúde mental a médio e longo prazo, bem como sobre alternativas para abordar esses problemas, de maneira a garantir o adequado cuidado em saúde das pessoas atingidas.

Autor(a):

Renato Bergallo

Graduação em Medicina pela Universidade Federal Fluminense (UFF) ⦁ Residência em Medicina de Família e Comunidade pela Universidade do Estado do Rio de Janeiro (UERJ) e em Administração em Saúde (UERJ) ⦁ Mestre em Saúde da Família (UFF) ⦁ Doutorando em Saúde Pública pela Escola Nacional de Saúde Pública (ENSP/Fiocruz) ⦁ Professor da disciplina de Saúde da Família e gerente do Centro de Saúde Escola Lapa da Faculdade de Medicina da Universidade Estácio de Sá

Referências bibliográficas:

  • Breslau J, Finucane ML, Locker AR, Baird MD, Roth EA, Collins RL, A longitudinal study of psychological distress in the United States before and during the Covid-19 pandemic. Preventive Medicine. 2020;106362. doi: 1016/j.ypmed.2020.106362.

Black Women Show Heightened Risk for Depression After Early Pregnancy Loss

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Heidi Splete

Black women are significantly more likely than non-Black women to develop major depression within a month of early pregnancy loss, based on data from a secondary analysis of 300 women.

Black women are significantly more likely than non-Black women to develop major depression within a month of early pregnancy loss, based on data from a secondary analysis of 300 women.

“Based on data showing higher rates of pregnancy loss, perinatal depression, and perceived stress in Black women, we hypothesized that the odds of having risk for major depression or high perceived stress 30 days after miscarriage treatment would be higher in Black participants when compared with non-Black participants,” they wrote.

In a study published in Obstetrics & Gynecology, the researchers conducted a secondary analysis of 300 women aged 18 years and older with nonviable intrauterine pregnancy between 5 and 12 weeks’ gestation who were part of a larger randomized trial conducted between May 2014 and April 2017. The women were randomized to medical treatment of either mifepristone 200 mg orally plus misoprostol 800 mcg vaginally after 24 hours or the usual treatment of misoprostol 800 mcg vaginally.

Depression was assessed using the Center for Epidemiological Studies–Depression scale, Perceived Stress Scale, and Adverse Childhood Experience scale. Adverse childhood experience data were collected at baseline; stress and depression data were collected at baseline and at 30 days after treatment.

A total of 120 participants self-identified as Black and 155 self-identified as non-Black.

Depression Risk Doubles in Black Women

At 30 days after treatment for early pregnancy loss, 24% of women met criteria for major depression, including 57% of Black women and 43% of non-Black women. The odds of depression were twice as high among Black women, compared with non-Black women (odds ratio 2.02), and Black women were more likely to be younger, have lower levels of education, and have public insurance, compared with non-Black women.

The association between Black race and increased risk for depression at 30 days after treatment persisted after controlling for factors including parity, baseline depression, and adverse childhood experiences, the researchers noted.

The study findings were limited by several factors, including the potential for different depression risk in those from the original study who did and did not participate in the secondary analysis and by the use of the original Adverse Childhood Experience survey, which may not reflect the range of adversity faced by different demographic groups, the researchers noted. However, the results were strengthened by the collection of 30-day outcome data in the clinical setting and by the diverse study population.

“These findings should be not be used to stigmatize Black women; instead, it is important to consider the complex systemic factors, such as structural racism, that are the root causes of disparate health outcomes,” and to support appropriate mental health resources and interventions for all women who experience early pregnancy loss, the researchers emphasized.

Recognize Risks, Reduce Barriers

“Early pregnancy loss is unfortunately a common event that affects 15%-20% of pregnancies,” Iris Krishna, MD, of Emory University, Atlanta, said in an interview.

However, “the mental health impact of early pregnancy loss is understudied, and as a result mental health disorders often go unnoticed and untreated,” she said.

Growing evidence shows that Black women in particular are at greater risk for chronic stressors that affect their overall health. “Black women are more likely to be exposed to trauma in their lifetime, such as physical and emotional abuse, neglect, and household instability, all of which predispose women to mental health disorders such as depression. Untreated maternal depression has an impact on future pregnancy outcomes such as increasing the risk of having a preterm delivery and/or delivering a low-birth-weight baby, outcomes where Black women are at disproportionately high risk in comparison to non-Black women,” Krishna said.

“This study found that the risk for depression after an early pregnancy loss is twice as high for Black women in comparison to non-Black women. The findings of this study further underscore the fact that Black women are at disproportionate high risk for poor maternal and pregnancy outcomes,” Krishna added.

“Structural racism is a major barrier to caring for the health of Black women. To care for the health of Black women we must overcome racial and ethnic disparities. Addressing disparities involves a multitiered approach, including identifying and addressing implicit bias in health care and improving access to health care for women of color,” she said.

“Additional research is needed in identifying at-risk women and mental health interventions that can improve the mental well-being of women after adverse pregnancy outcomes such as early pregnancy loss,” Krishna concluded.

The study was supported by the Society of Family Planning Research Fund. Lead author Shorter had no financial conflicts to disclose. Krishna had no financial conflicts to disclose.

SOURCE: Shorter JM et al. Obstet Gynecol. 2020 Dec 3. doi: 10.1097/AOG.0000000000004212.

This article originally appeared on MDedge.com, part of the Medscape Professional Network.

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Cite this: Black Women Show Heightened Risk for Depression After Early Pregnancy Loss – Medscape – Jan 12, 2021.

Qual o impacto da falta de exercícios na pandemia com o risco de depressão no pré-natal?

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mulher grávida com risco de depressão no pré-natal com a mão na barriga

A pandemia de Covid-19 trouxe um grande impacto negativo na saúde física e mental em todo o mundo. O isolamento social foi uma recomendação que fez reduzir vertiginosamente a prática de exercícios durante o pré-natal. Há hoje diversos estudos relatando aumento de depressão, transtorno de ansiedade e depressão em diversas regiões do mundo.

O risco de depressão é ainda maior em gestantes

Além de existir um maior risco de desfechos ruins de Covid-19, o Centers for Disease Control and Prevention (CDC) alerta que as mulheres grávidas podem sentir maior estresse ou ansiedade durante a pandemia. Acredita-se que a regra de “ficar em casa” que está sendo implementadas por muitos governos para desacelerar a disseminação do SARS-CoV-2 aumenta os sentimentos de ansiedade e isolamento, especialmente entre as populações já vulneráveis.

As evidências recentes sugerem que a sintomatologia da depressão materna se tornou ainda mais comum durante a pandemia. Mudanças fisiológicas associadas à gravidez foram claramente associadas ao aumento do risco de depressão, estimativas norte americanas revelam que 1 em 8 mulheres apresenta sintomas de depressão pós-parto.

Esses sintomas relacionados à depressão incluem fadiga, alterações no apetite ou no sono, choro mais frequente do que o normal, vontade de afastamento de entes queridos ou do bebê, sentimentos de raiva, tristeza, desesperança, inutilidade ou inquietação e ideologia suicida.

As gestantes já apresentam um risco elevado de depressão em comparação com o público em geral, e a diminuição ou suspensão de atividades físicas nesse contexto impactou de forma muito negativa na saúde mental dessas mulheres.

Evidências científicas

Nesse ínterim, foi publicado, no último mês, um estudo na revista multidisciplinar californiana Plos One, que avaliou 1.856 gestantes durante a pandemia, de abril a junho de 2020, no intuito de correlacionar diminuição de prática de exercício com aumento de depressão nas regiões do Estados Unidos, país que mais sofre com a Covid-19 até o momento. A avalição transversal utilizou uma plataforma digital para entrevistar as pacientes, que responderam a um questionário de depressão (Pesquisa de Depressão Pós-Natal de Edimburgo).

Foi perguntado aos participantes “sua rotina de exercícios mudou desde o início da pandemia de Covid-19?”. Os participantes responderam sim ou não (tornando esta uma variável dicotômica). Além disso, os participantes foram questionados sobre o número de dias por semana (em média) que eles praticaram exercícios moderados por pelo menos 30 minutos. As participantes foram, ainda, indagadas em relação à região geográfica, faixa etária, idade gestacional, raça e etnia, estresse financeiro causado pelo Covid-19, renda familiar, educação e classificação de risco de sua gestação.

Resultados e conclusões

Mulheres que relataram mudanças nos exercícios durante a pandemia exibiram escores de depressão significativamente mais altos em comparação com aquelas que não relataram mudanças.

Outro ponto foi a idade gestacional, pacientes no segundo trimestre apresentaram menos sintomas depressivos do que em outro momento da gestação.

Além disso, o estudo evidenciou que os indivíduos que vivem em áreas metropolitanas, independente do tamanho, eram mais propensos a relatar alterações de exercícios em comparação com as mulheres que vivem em áreas não metropolitanas.

Portanto, os resultados do estudo reiteram a necessidade de estímulo ao exercício físico, especialmente em áreas urbanas, que podem ser, inclusive, os mais simples, realizados com segurança em casa, sem equipamento especializado (por exemplo, agachamentos, levantamentos de perna de lado, etc.).

É importante ressaltar que as recomendações de exercícios podem ser mais eficazes se comunicadas por profissionais que entendem a saúde pessoal e as limitações de espaço de cada paciente. O exercício representa uma ferramenta não farmacêutica em potencial para apoiar a saúde física e mental das mulheres grávidas, tanto durante quanto após a pandemia.

Lembrando que diversos importantes Colégios de Obstetrícia e o American College of Obstetricians and Gynecologists recomendam que mulheres grávidas sem contraindicações médicas realizem pelo menos 150 minutos de atividade aeróbica de intensidade moderada todas as semanas, divididos em intervalos de 30 minutos na maioria dos dias da semana.

Autora:

Juliana Olivieri

Graduada em Medicina pela Universidade Federal do Rio de Janeiro (UFRJ) ⦁ Ginecologista e Obstetra ⦁ Pós-graduada em Endocrinologia Feminina e Climatério pelo Instituto Nacional de Saúde da Mulher da Criança e do Adolescente Fernandes Figueira(IFF/Fiocruz)

Referência bibliográfica:

  • Gildner TE, Laugier EJ, Thayer ZM. Exercise routine change is associated with prenatal depression scores during the COVID-19 pandemic among pregnant women across the United States. PLoS One. 2020 Dec 21;15(12):e0243188. doi: 10.1371/journal.pone.0243188. PMID: 33347484; PMCID: PMC7751871.